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domingo, 9 de agosto de 2009

Percepción

Saber escuchar


¿Qué tan buena es tu capacidad de escuchar? No le solemos prestar atención a este tema, sin embargo siempre es conveniento evalúar qué tan bien somos escuchando. Estoy convencido de que la percepción de lo que uno puede pensar en cuenta a saber escuchar y cómo los demás lo nos ven puede distar muchísimo.

En los tiempos hipermóviles de hoy, el mayor regalo que uno puede brindarle a alguien es el regalo del tiempo y la atención. No hay nada más sublime que sentirse escuchado por nuestros semejantes, es uno de los mayores regalos. Y lo que es precioso para uno, lo será para los demás.

Sin embargo, solemos tener una deficiente capacidad de escuchar al prójimo. Lo digo por experiencia personal. Yo mismo, vivo tan ensimismado que suelo cometer el terrible error de no saber escuchar a mis interlocutores. Afortunadamente, la capacidad de escuchar es fácil de obtener. Por eso me he propuesto formular algunas estrategias para lograr una buena capacidad de escucha.

1. Aprende a guardar silencio

Permite que la gente termine sus oraciones, y luego date una pausa antes de responder. La pausa te obliga a considerar lo que se acaba de decir. Tu interlocutor agradecerá tu atenta respuesta.

2. Mantente alerta y en condiciones de siguer escuchando

En las oficinas solemos estar abarrotados de llamadas, de gente que circula de aquí para allá y nuestra atención puede disiparse con suma facilidad. Presta atención. No mires el correo electrónico, ni abras sobres, ni busques papeles mientras te están hablando.

3. Ten cuidado de no interrumpir

No hables de más con las personas ni los cortes mientras ellos hablan. Usa intencionalmente la regla de Pareto 80-20. Escucha el 80% del tiempo y habla el 20% del tiempo. Repito, un 20% como máximo. Comprueba que menos es más cuando se trata de hablar. Recuerda que tenés dos orejas, pero una sola boca… (elocuente ¿no?)

4. Olvidate de los dispositivos a tu alcance y no discrimines

Mientras alguien te habla, no te pongas a mirar y jugar con el teléfono celular, estarías faltando el respeto. Mentalmente no caigas en frases como “aquí viene de nuevo ese pesado“. Tu opinión sobre los demás es válida y respetable. No tenés que estar de acuerdo con todo lo que digan. Pero sé consciente de que los demás tienen tanto derecho como vos de tener una opinión.

5. Escucha lo que se dice, y lo que no se dice, pero claramente.

Esto a menudo es lo que intentamos leer durante un conflicto. Una buena técnica a utilizar es decir: “Yo acabo de oír que usted dice …“. Esto demuestra que estás escuchando activamente a lo que te han dicho y muestra una auténtica preocupación por lograr una comunicación clara. Una variante de esta técnica, es decir: “le he oído decir …, pero creo que significa …“. Si la otra persona está enojada, conviene que te calmes y le digas: “Entiendo que esté molesto, veamos la forma de encontrar una solución.“. Luego de preguntar acerca de los detalles por los que se está alterando podés preguntar muy gentilmente: “¿Qué hace que te hace sentir contrariado? “

6. Recuerda que la diversidad es una cosa maravillosa

En tal sentido mantén una actitud pro-activa con el fin de escuchar y aprender el significado y los estilos de conversación de quienes te rodean. Recuerda, los significados están en las personas, no en las palabras.

7. Rodéate de personas que sean abiertas y honestas y te obligan a escuchar lo que vos necesitas oír


Esta es la clave para crecer y expandir tu conocimiento, tu conciencia y tus horizontes.

Si quieres ser un buen escuchador te recomiendo mantener el silencio, prestar atención, mantener la calma, no interrumpir, respetar a tu interlocutor, si quieres clarificar repite, estate alerta, acepta la diversidad y mantente en el presente del ahora. Verás que manteniendo una actitud abierta, se puede recibir (dando) mucho más de lo que uno se imagina…

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La percepción de los olores no es cultural, sino universal e innata

Depende de la estructura molecular de cada sustancia, lo que permite anticipar cómo será su olor

La percepción del olor no es cultural sino universal e innata, aunque las percepciones se maticen según las costumbres de cada lugar. Esto se debe a que los olores dependen de la estructura molecular de los materiales, según se desprende de un estudio estadístico realizado por neurobiólogos norteamericanos e israelíes. El estudio demostró que se pueden predecir con gran seguridad las características del olor de una sustancia conociendo sólo su estructura molecular, lo que supone el fin de la creencia de que el olfato depende de nuestro lugar de origen. Por Olga Castro-Perea.

Un momento del experimento. Rehan Khan/UC Berkeley.
Los olores son percibidos como agradables o desagradables de manera universal e innata, aunque con algunos condicionamientos culturales, asegura un equipo de neurobiólogos del Instituto Weizmann de Rehovot, en Israel, y de la universidad de California en Berkeley.

Chinos, africanos e hindúes pueden diferir en lo que ellos consideran un olor “apetitoso”, pero en realidad perciben los olores de la misma manera, señala un estudio realizado por dicho equipo y cuyos resultados han sido publicados en la revista especializada Journal of Neuroscience.

Los autores del estudio explican que, aunque hay consenso científico en que las características físico-químicas de las moléculas determinan el olor que de ellas se percibe, las reglas que gobiernan la relación entre estructura molecular y la percepción de los olores aún se desconocen.

Origen físico

Un obstáculo significativo para comprender la relación entre la estructura molecular y la percepción de los olores es la enorme cantidad de características que describen la percepción del olor y también la estructurea de las moléculas.

Para superar este obstáculo, los científicos, liderados por el neurobiólogo Noam Sobel, aplicaron un método estadístico para reducir la dimensionalidad descriptiva de la percepción de los olores y de un conjunto amplio de moléculas. Así, descubrieron que se puede predecir si una sustancia tendrá un olor agradable o no sólo conociendo su estructura molecular.

Según un comunicado emitido por el Instituto Weizmann, hasta ahora se desconocía el factor físico del que dependía nuestra sensación de “oler”. En la vista y en el oído, por ejemplo, se sabe que nuestra percepción viene determinada por las propiedades físicas de la longitud de onda de la luz o de la frecuencia de las ondas sonoras, respectivamente.

Este estudio supone por eso un primer paso en la comprensión de cómo el cerebro llega a procesar los olores. Para identificar los principios generales por los que nuestro sentido del olfato se produce, los investigadores elaboraron una lista de 160 olores diferentes, que luego fueron organizados por 150 expertos en 146 características (olores dulces, ahumados, rancios…).

Predecir el olor

Posteriormente, estos datos fueron analizados con un programa estadístico que reflejó la variación en las percepciones de los expertos. Así, se descubrió que los datos recorrían un eje que describía el grado de agrado de los olores, desde “dulce” y “florido” hasta el otro extremo: “rancio” o “repugnante”.

Para su sorpresa, los científicos descubrieron que la misma distribución a lo largo del eje se repetía en la descripción de la variación de las propiedades químicas y físicas de las sustancias. A partir de esto, los investigadores cayeron en la cuenta de que se podía construir un modelo para predecir, considerando la estructura molecular de una sustancia, cómo podía ser de agradable o desagradable su olor.

Para verificar el modelo, Sobel y su equipo probaron posteriormente cómo se evaluaban 50 olores que los participantes jamás hubieran olido antes. De esta forma, se comprobó que realmente se podía saber de antemano, y con bastante certeza, cómo los definirían, teniendo en cuenta sólo las estructuras moleculares.

En cualquier lugar del planeta

Según Sobel, “ahora se puede usar la química para predecir la percepción de los olores de nuevas sustancias”. Otro de los investigadores, el científico Rehan Khan, explicó en un comunicado de la universidad de Berkeley, que hasta ahora la gente pensaba que la forma en que se percibe un olor es totalmente subjetiva, y que simplemente se aprende de nuestra cultura, especialmente en lo que se refiere a los alimentos.

Aunque en parte esto es así, Khan señala que en realidad lo que la gente encuentra agradable o desagradable en los olores es lo mismo en cualquier lugar del planeta, porque los olores reflejan las características de las moléculas.

Sobel afirma que este descubrimiento muestra que la forma en que percibimos los olores, al menos en gran parte, depende de un orden real existente en el mundo físico. Por eso, se puede usar la química para predecir la percepción de los olores de nuevas sustancias.

En última instancia, el olor consiste en que la nariz y el cerebro nos indiquen si una molécula es “agradable” o no, es decir, nos aporta información útil sobre la materia. Por esta razón, independientemente de que seamos americanos, musulmanes o europeos, y a pesar de las diferencias en las preferencias de las diversas cocinas, los olores se perciben de formas muy semejantes.

El lenguaje condiciona parcialmente la percepción visual

Una investigación confirma que afecta al campo de visión que tenemos a nuestra derecha

Un estudio realizado por dos universidades norteamericanas ha confirmado que el lenguaje afecta a la percepción humana, aunque lo hace de una forma particular: sólo modifica lo que vemos a nuestra derecha, mientras que el campo de visión situado a nuestra izquierda no es alterado por el lenguaje. Anteriores investigaciones habían determinado que el idioma nativo desempeña también un papel fundamental en la percepción, ya que dependiendo de la riqueza del vocabulario, el cerebro construye tantas imágenes de la realidad como las que describre una lengua. El nuevo estudio ha confirmado que el vocabulario también contribuye a modificar la percepción.

Cuadro de colores del experimento.
Las representaciones visuales están influenciadas por el lenguaje, confirma un estudio realizado por la University of California, en Berkeley, y por la University of Chicago, cuyos respultados publica la revista Proceedings of National Academy of Sciences. La Universidad de Chicago ha difundido asimismo un comunicado sobre esta investigación.

El estudio ha descubierto que el lenguaje afecta a la percepción humana sólo en la mitad derecha del campo de percepción, es decir, a lo que vemos a nuestra derecha, mientras que el campo de percepción situado a nuestra izquierda no se ve afectado por el idioma que hablamos.

La función del lenguaje es procesada predominantemente en el hemisferio izquierdo del cerebro, que recibe información visual directamente del campo visual derecho. Por lo tanto, tiene sentido que el lenguaje procesado en el hemisferio izquierdo influya más en nuestra percepción del campo visual derecho que en la del campo visual izquierdo.

Este extraño fenómeno ha sido comprobado en pruebas experimentales realizadas en el laboratorio Richard Ivry’s de la University of California en Berkeley. Un grupo de estudiantes fue sometido a una serie de pruebas, al igual que un grupo de pacientes que habían sido sometidos a operaciones quirúrgicas por las que los dos hemisferios de sus cerebros habían sido separados.

Cuadros de colores

A los participantes en el experimento se les mostró un anillo formado por 12 cuadrados de colores. Todos los cuadrados eran exactamente del mismo color, a excepción de uno, que era de otro color, y que aparecía a la derecha o a la izquierda de la mitad del círculo. Los participantes debían indicar en qué lado del anillo había aparecido el “intruso” de otro color, señalándolo en las teclas de un teclado.

El color de este “intruso” tenía el mismo (verde, por ejemplo, pero en un tono distinto al de los demás) o diferente (azul, mientras los otros eran verdes) nombre que el color del resto de los cuadros. Los investigadores descubrieron que los participantes respondían más rápidamente cuando el color de dichos intrusos tenían un nombre distinto al de los demás cuadros (como si la diferencia lingüística otorgara más peso a la diferencia perceptual), pero esto sólo ocurría cuando el intruso estaba en el lado derecho del campo visual. Sin embargo, si se encontraba en el lado izquierdo no había diferencia.

Estudios previos realizados por el director de la presente investigación, Paul Kay, del International Computer Science Institute de la universidad de California en Berkeley, y sus colegas, habían comprobado que algunas distinciones de la lengua inglesa no aparecen en otros idiomas o viceversa.

Por ejemplo, el inglés emplea dos palabras para distinguir los colores azul y verde, mientras que el Tarahumara, una lengua indígena de Méjico, sólo utiliza una palabra para ambos colores. Este hecho, que puede parecer un mero consenso lingüístico, afecta realmente a la percepción del verde y del azul: los angloparlantes realmente ven dos colores: verde y azul, mientras que los hablantes del Tarahumara son incapaces de distinguir la diferencia entre ambos.

Evidencia confirmada

Un ejemplo similar es el de los esquimales (yuít, yupí e inuit), que en sus lenguas son capaces de utilizar hasta veintidós vocablos diferentes para designar el color blanco, en función del contexto: no es igual el blanco de la piel del oso que el blanco de una tormenta de nieve. Para ambos conceptos se utilizan palabras distintas. Cualquier europeo que viajara al Ártico sólo sería capaz de percibir un color, o como mucho los matices de todos los blancos que tuviera delante.

El nuevo estudio sobre la influencia del lenguaje en la percepción visual repitió la parte del test realizado a los angloparlantes en anteriores investigaciones, y confirmó que la percepción de los colores depende de su situación a la izquierda o a la derecha del campo visual, y que la diferencia lingüística profundiza en la diferencia de la percepción.

Otros estudios anteriores habían intentado determinar la posible influencia del lenguaje en la percepción, pero sólo para afirmarla o negarla. En este caso, los investigadores han ido más lejos y descubierto que se dan ambas cosas: el lenguaje parece afectar a la percepción del campo visual derecho, pero no al izquierdo. Por eso, deducen que nuestra percepción visual del mundo que nos rodea puede estar, al mismo tiempo, filtrada y no filtrada por las categorías lingüísticas.

La cuestión de si el lenguaje afecta o no a la percepción ha sido debatida durante mucho tiempo, pero no desde el punto de vista de la organización funcional del cerebro. La naturaleza de esta organización neuronal predice que, si el lenguaje afectara a la percepción, debería hacerlo más en el campo visual derecho que en el izquierdo, por las razones que se han descrito.

El cerebro “construye” en parte lo que vemos


Una nueva investigación confirma que el cerebro construye en parte lo que vemos

Una nueva investigación ha descubierto que la manera en que interpretamos la luz que llega a nuestros ojos está condicionada por las presunciones que nos hacemos previamente sobre el entorno, lo que confirma que, en el proceso de la percepción visual, el cerebro “construye” en parte lo que vemos. Generando un entorno en el que no existían las “suposiciones” visuales (que amplían las posibilidades de interpretar la información visual de los entornos), ocho voluntarios debieron señalar un objetivo que cambiaba continuamente de posición en la pantalla de un ordenador. Señalaron mayormente aquellas localizaciones del objetivo más cercanas a la dirección en la que ellos miraban, además de que creyeron que habían conseguido ver algunos objetivos porque los estaban mirando directamente, aunque no fuera así. Por Yaiza Martínez.

Normalmente, tendemos a ver mejor aquellas cosas a las que dirigimos nuestras miradas directamente pero, según una nueva investigación, también afecta a nuestra percepción visual otro factor: las suposiciones que hacemos acerca del entorno que rodea nuestros objetivos visuales.

Un estudio dirigido por el investigador E.M. Brenner, de la Universidad holandesa de Vrije, ha permitido comprender un poco más el mecanismo de colaboración que se establece entre el cerebro y los ojos a la hora de interpretar lo que vemos diariamente. Los resultados de su investigación han sido publicados por la revista especializada Journal of Vision.

Presunciones y entorno

En su artículo, los científicos explican que la manera en que interpretamos la luz que llega a nuestros ojos está condicionada por las presunciones que nos hacemos sobre el entorno. Por ejemplo, cuando confiamos en las sombras para juzgar la forma de un objeto, en realidad lo que hacemos es suponer la reflectancia de la superficie del objeto, así como su iluminación.

Al parecer, sin este tipo de presunciones las posibilidades de interpretar los estímulos visuales serían muy limitadas, por lo que es normal que “aceptemos” que no nos fallarán o que no nos engañan.

Anteriores estudios habían confirmado que la familiaridad con un entorno determinado permite que nos parezcan más creíbles estas presunciones o suposiciones acerca de lo que vemos. Para desarrollar esta línea de investigación, el estudio de la universidad holandesa se propuso descubrir de qué forma el ser humano interpretaría visualmente un entorno en constante cambio o un entorno “cuestionable”, en ausencia de las presunciones visuales comunes.

Realización del experimento

Para descubrirlo, se reunió a ocho individuos, dos de ellos autores de la investigación y otros seis que desconocían la hipótesis que pretendía demostrar el estudio. Todos ellos habían trabajado juntos en investigaciones sobre psicofísica, que es el estudio de la relación entre las estimulaciones físicas y la forma en que se interpretan o registran mentalmente.

El experimento consistió en que estos individuos identificaran la localización, en una pantalla de ordenador situada a metro y medio de ellos, de un objetivo que daba saltos (un cursor verde circular), moviéndose hacia diferentes sitios dentro de cinco círculos concéntricos (colocados alrededor de un punto de fijación), cada 250 milisegundos.

Los participantes debían colocar un cursor de ratón en el lugar en el que estaba el objetivo en el momento en que aparecía en la pantalla un flash (en la primera fase del experimento) o un color (en la segunda fase del experimento) para indicarles el momento en que debían señalar el lugar donde supuestamente se encontraba el objetivo en ese momento.

Los saltos pretendían generar incertidumbre en los voluntarios acerca de dónde se encontraba el objetivo en el momento en que debían señalar su posición, al ritmo que marcaba el flash o el color, permitiendo así que las presunciones se expresaran. Es decir, señalaban donde estaba el esquivo objetivo basándose únicamente en las presunciones subjetivas acerca de su posicionamiento.

Resultados

En cada fase los participantes dieron hasta 250 respuestas. Según informa The Association for Research in Vision and Ophthalmology en un comunicado, los investigadores descubrieron que los participantes prefirieron principalmente señalar las posiciones del objetivo que eran más cercanas a las que sus ojos estaban mirando, independientemente de que fuera un flash o un color lo que les indicara el momento en el que debían señalarlas.

Por otro lado, en los casos en que estuvieron dudosos, los participantes tendían a creer que habían estado mirando directamente lo que supuestamente habían visto, cuando en realidad el objetivo ya no estaba donde ellos miraban.

Según Brenner, el experimento confirma que nuestra experiencia con el mundo nos enseña qué suposiciones sobre nuestro entorno debemos aceptar. Además, corroboró asimismo que tendemos a creer que, si vemos algo, es porque lo hemos estado mirando directamente.

La vista como proceso constructivo

Esta no es la primera investigación dirigida a descubrir la colaboración entre cerebro y ojos en el procesamiento e interpretación de las señales visuales. En 2006, la revista Nature Neuroscience publicaba un artículo sobre el trabajo de un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Washington y de la Universidad de Minnesota, gracias al cual se había descubierto que una región de la corteza cerebral del ser humano es la encargada de procesar la información visual acerca del tamaño de los objetos, lo que supondría que los ojos sólo son responsables de una parte de la percepción visual.

Otra parte de esta percepción es realizada por el cerebro, que hace suposiciones o infiere, de la información que recibe de los ojos, acerca de todo aquello que nos rodea. Tal como informamos entonces en Tendencias21, estas experiencias confirman que la imagen final percibida por un individuo es resultado de un proceso constructivo.

La universidad holandesa añade una nueva información sobre la relación entre cerebro y percepción visual, destacando la importancia de las suposiciones en la imagen que construimos del mundo y que la visión directa de un objeto no siempre nos aporta una visión fiable de la realidad.